Rezar es hablar con Dios, y qué mejor manera de estar cerca de Él. A Dios le gusta escucharnos, que le digamos cómo nos sentimos, lo que pensamos...
Rezando, el alma de los más pequeños madura, les ayuda a desarrollar una relación personal con Dios, les permite crecer en la fe y enfrentar los temores y desafíos de las etapas del crecimiento. Rezando los niños aprenden a expresar con libertad sus sentimientos a Dios.
Y, como todo, a orar se aprende con el ejemplo y la experiencia. Hay que hacer partícipes a los niños de la oración, que aprendan a hacer los gestos, a repetir algunas fórmulas sencillas, algún canto o a estar en silencio hablando con Dios desde el corazón.
Si rezamos con ellos en casa, la oración queda grabada en su experiencia como algo bueno, que pertenece a la vida de la FAMILIA, como el reunirse, el hablar, el reír, el discutir o el divertirse.
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